sábado, enero 10, 2009

De composturas y desvergüenzas

Nos saludamos con toda formalidad, sin dejarnos llevar por la corriente cálida, hambrienta, que surgió entre nosotros con solo darnos la mano. Cada uno en su asiento, escuchamos la aburrida conferencia sin que una sola palabra anidara en nuestra mente, demasiado pendiente de la piel del otro, de su aroma, de su presentida tibieza. Y mientras nosotros seguíamos guardando la estéril compostura, nuestras sombras, sin inhibición alguna, hacían el amor desvergonzadamente. Imagen: El beso, de Gustav Klimt

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