martes, diciembre 23, 2008

Antídoto

Las estatuas de los santos, hambrientas, acechan desde las hornacinas de la iglesia, la llegada de las beatas. Siguen una dieta estricta de oraciones, contra el olvido que las hace polvo.

2 comentarios:

Rafael Vázquez dijo...

Me encanta este relato, Olga. Expresa de un modo bellísimo la fugacidad de todo, de las beatas, de las costumbres, de las esperanzas... medida en vidas también fugaces de estatuas...
Enhorabuena Olga y excelente blog.

Anónimo dijo...

mi comentario no es tan literario: UNA BESTIA!