viernes, abril 11, 2008

JAVIER EN EL BOSQUE

Esto, en su primera versión, lo escribí en el 2004, y surgió de un intercambio entre los dibujos realizados por los alumnos del curso de ilustración que dictaba Itsvanch en el Museo de la Cárcova y los participantes del taller de Graciela Repún, entre los que me cuento aún ahora. Ellos nos dieron trabajos suyos, nosotros escribímos lo que nos sugirieron, y viceversa. Fue una experiencia muy linda, que permitió sacar a pasear la creatividad de cada quien. Me voy a permitir incluir la imagen que dio lugar al texto original (éste tiene ya varios "repasos", quiero creer que para mejorarlo), cuya autora es la ilustradora Virginia Piñón. Javier quiere salir del bosque. ¡Es tan oscuro, frío, solitario...! Y esos árboles, que parecen estrechar sus troncos adustos, entrelazándose como enormes boas pardas, como monstruos ciegos, empeñados en mantenerlo prisionero... Necesita salir de allí, y sus ojos buscan alguna ayuda... Tal vez un rayo de sol atrevido que perfore tanta oscuridad, un pájaro que lance la flecha de su canto hacia el horizonte invisible, o una mano que lo guíe, como las migas de Hansel y Gretel, hacia la salida. Pero no hay sol, ni pájaro, ni mano alguna que venga a rescatarlo. Está solo. ¿Qué será de él cuándo llegue la noche? ¿Vendrán lobos de ojos en llamas y dientes impiadosos? ¿Brujas con calderos? ¿Monstruos imposibles de imaginar? Javier tiembla. Contagiado, también el suelo se estremece. Si tuviera voz para gritar, Javier lo haría. Pero el miedo le aferra la garganta y estrangula el grito. Cuando el movimiento cesa, sobre el suelo musgoso se ha abierto un hueco. ¿Puede ser la señal que espera? ¿Debe acercarse? ¿O será mejor permanecer junto a los sombríos troncos, dejándose ganar por la ilusión del sueño, hasta que lleguen la noche, los lobos, los engendros que acechan en las sombras? No, se dice Javier. ¡No! ¡Es preferible correr el riesgo! Sin pensarlo más, se lanza de cabeza hacia la grieta, que lo engulle como una boca ávida. Y aunque las raíces del bosque se arquean y silban como culebras furiosas, no pueden atraparlo. Se desliza como un pez por el túnel imprevisto. A su paso, las lombrices asustadas contraen el hilo rojo de sus cuerpos. Y en un desconcierto de patas, élitros y antenas, huyen cientos de bichos invisibles. Un aroma a tierra recién llovida invade su nariz, mientras sigue su viaje entre centelleos y opacidades que su miedo no le permite ver. Por fin, mareado, tembloroso, sin saber cuánto tiempo lleva ya en ese caer incierto, se atreve a abrir los ojos. Allá, al fondo del túnel, la luz dibuja una margarita que abre sus pétalos para recibirlo. Javier sale de la grieta, se pone en pie, observa el mundo que se curva a su alrededor... Y ya sin miedo abre sus alas y vuela, como un pájaro, hacia el fulgor del horizonte.

2 comentarios:

teresa RAMOS dijo...

me encanta. se complementan a la perfección ilustración y texto. Porque lo explicas arriba, pero pensar en su relación me sugiere a lo de qué fue primero, si el huevo o la gallina. Ninguno podría existir sin el otro. Cada uno se explica por el otro.
Muy chulo!

Elena Ospina dijo...

Que buen ejercicio, muy divertido y creativo